La enseñanza de la lengua tiene que ayudar a configurar un repertorio lingüístico rico, variado y creativo que les sirva para aumentar y diversificar sus posibilidades de interacción social. El alumno más preparado lingüísticamente es el que puede hablar y escribir en su variedad dialectal propia y en la estándar correspondiente, con varios registros, y también el que puede comprender otras variedades distintas a las suyas.
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